EL RECURSO DE LA VARIACIÓN EN EL TANGO

PRIMERA PARTE
El tango es una de las manifestaciones musicales más complejas. Su origen popular y la sofisticación que ha adquirido con el paso del tiempo le otorgan un cariz enigmático, pues el resultado de esa mezcla y las innovaciones que le han aportado tantas generaciones de músicos, tanto compositores como instrumentistas, directores, arreglistas y orquestadores, es un tipo de música cuyo espectro estilístico parece infinito. Algunas interpretaciones han sido sujetas a tratamientos tan sencillos que no representan complicaciones para el escucha; otras contienen modificaciones, efectos, experimentos e incluso la anexión de instrumentos ajenos a la formación tradicional de la orquesta típica.
Es un hecho que cada época hace búsquedas distintas; sus preferencias y sus gustos cambian. Por ejemplo: la versión de Roberto Firpo para el tango «Nueve de Julio» (de José Luis Padula), registrada en 1917, es diametralmente distinta a la de Osvaldo Pugliese, grabada en 1954. Ambas obedecen a propósitos diferentes y echan mano de los recursos de los que disponen según la época que les tocó. Este ejemplo tan sencillo y evidente nos sirve para notar el tremendo progreso que el tango alcanzó en tan pocos años (de 1917 a 1953 corrieron treinta y seis años).
En este proceso de evolución, se dio un fenómeno dentro del mismo fenómeno, que consistió en la integración de la voz humana en la interpretación del tango, que vino a revolucionar muchos otros de sus elementos, pues su carácter se diversificó aun más. Gardel fue el primero en interpretar un tango canción con todo lo que esto significa. Él configuró la manera con recursos de otros ámbitos, tanto del canto popular como del académico, cuya aportación más reconocible es el fraseo; es decir, el cambio en la duración de las notas, lo cual provocó una expresividad nunca antes lograda hasta entonces.
Algunos músicos llegaron a emplear este fraseo vocal gardeliano para aplicarlo a sus propios instrumentos; se habla específicamente de Pedro Maffia y Pedro Laurenz, el dúo de bandoneones legendarios que juntos hacían parecer que dentro de la orquesta de Julio De Caro había otra orquesta. Estamos hablando de los primeros años 20, ya asimilados los avances impuestos por artistas inquietos de la categoría de Osvaldo Fresedo, Enrique Delfino o Juan Carlos Cobián.

Miguel Garcia.

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